Después del trabajo, turismo político

JUAN MARTIN LORENZO | Toronto DDC
Ernesto Londoño, editorialista de 'The New York Times', se encuentra en La Habana. ¿Por qué no habla de las verdaderas causas de la penuria y la falta de libertades en la Isla?

Ernesto Londoño está "feliz" en La Habana, "en un viaje de trabajo". Me pregunto si ahora el turismo político es trabajo, o los términos en este mundo nuestro, o en la redacción de The New York Times, han cambiado.

Cabe esperarse que el régimen le abra risueñamente las puertas. Londoño es uno de aquellos jóvenes que visitaba Cuba con la barriada de estudiantes de colegios norteamericanos. Un turismo político que patrocinaba el régimen, con esa hambruna de influenciar políticamente las futuras fuentes del mundo académico norteamericano.
Con el colombiano, sembraron la raíz. Hoy cosechan sus frutos en la campaña publicitaria del periódico neoyorquino.
El periodista comenzó a pertenecer al equipo editorial de The New York Times  después del 16 de julio de este año. Pertenecía a la redacción el The Washington Post, otro gran ícono del periodismo en Estados Unidos, pero en contraste con The New York Times de diferente enfoque político.
A quienes les gusta etiquetar dirían, pasó de la derecha a la izquierda en el periodismo. Quizás por aquello de que no podía ejercer su función de agente de influencia en el periódico conservador.
En realidad pasó de ser un sencillo corresponsal del Post, que cubriera sobre las guerras de Afganistán e Irak, a ser miembro del equipo editorial de The New York Times. Ganó en salario, en prestigio y en rango como periodista. Hoy analista.
Es curioso, sin embargo, que The Washington Post haya dicho de Londoño:
"Ya sea desde Washington o en el extranjero, Ernesto ha demostrado una y otra vez una capacidad extraordinaria para ver historias donde la competencia no lo hizo y para ejecutar esas historias con gracia e inteligencia."
Es decir, siguiendo la ¿lógica? del Post en sus palabras de despedida al colombiano, que ha visto el problema Cuba desde los ojos del castrismo. Porque de eso es de lo que tratan los editoriales de The New York Times. Basta repasarlos.
Londoño no habla de la oposición en la Isla. La ignora, como lo hacen casi todos los reporteros de las agencias internacionales de noticias. No habla de las políticas erradas en el sector económico por parte de la dictadura, que son las verdaderas razones del descalabro económico del país y de las cuales hay por donde hablar e informar a los Estados Unidos.
No habla de la explotación de los trabajadores cubanos del turismo en los hoteles de las cadenas extranjeras ancladas en La Habana, un tema que debería ser, por principios de humanidad, centro de atención de todo periodista que tenga "una capacidad extraordinaria para ver historias donde la competencia no lo hizo", citando al Post, y si realmente al periodista —devenido "analista"— le interesara la humanidad detrás de la más larga dictadura del hemisferio occidental.
Un tema extraordinariamente escandaloso, del cual nadie habla en occidente. Quizás por las ganancias que da a las compañías hoteleras internacionales. Muchas de ellas trabajando con el heredero financiero del poscastrismo: Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, yerno de Raúl Castro.
Pero, ya se sabe, el señor Londoño estará visitando esos hoteles.
No habla de las razones fundamentales por la que los cubanos se marchan del país, y las estadísticas de su escape. No habla de la situación de la vivienda, de la improductividad del trabajo, del abandono de la agricultura, de la infinidad de problemas que enfrenta la red de abastecimiento fitosanitario del país, en todas sus ciudades y regiones, incluida la capital. No habla del básico derecho a la diferencia de opinión, de palabra.
¿Cuántos otros temas?
Muchos, que no tienen nada que ver con la existencia de leyes americanas, "robos de cerebros" y "embargos", que no sean los del propio gobierno castrista.
Sobre todo esto nadie habla. No conviene, al parecer. O no importa, que es otro parecer.
A propósito del "robo de cerebros". ¿Por qué este "analista" cierra los ojos al uso mercantilizado del régimen de sus profesionales con objetivos vergonzosamente políticos?
La alucinación sobre Cuba es, desde tiempos inmemoriales, de que negociando con una dictadura ese mismo régimen va abrir las puertas a la democracia. Otra alucinación: que el "debate" tiene que ser sobre las políticas occidentales, especialmente americanas, para combatir la dictadura.
Y no al revés.
¿Es que alguna dictadura ha sobrevivido el acercamiento, el "debate" de las políticas occidentales y el restablecimiento de las relaciones con las democracias?
Sí, todas.
Vietnam, China, Irán, Namibia, Angola, Corea del Norte. ¡Póngales nombre!
No creo, sin embargo, que el principal objetivo de Londoño en La Habana sea analizar imparcialmente la realidad de Cuba. Sólo hace turismo, después del trabajo. Va al país con la nariz respingada del "analista del gran diario". Ya hizo su trabajo en el grupo editorial de The New York Times, y sucio: hablarle a la competencia… desde la mirada del castrismo.
Por supuesto, nadie más lo había hecho.
Y sobre esa proyecciones históricas del diario neoyorquino, unas palabras. Pocas.
¿Se acuerda muy bien el colombiano, ahora que es miembro privilegiado del paquete periodístico editorial, de las "predicciones" del diario de marras sobre Corea del Norte a principios de 2013?
Kim Jong Un era, para este rotativo icónico, la "voz de las reformas" en Corea.
Daría risa, si no fuera una tragedia.
Pero, así estamos, alucinando en New York, con algunos disfrutando de turismo en La Habana.
Político, turismo político.

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