Entrevistas con Fidel - Testamento Interesante

Un aporte de Roberto A. Torricella SR.

(Extraído del periódico Excelsior de México, edición del viernes 15 de Julio de 2004)
Por: Eduardo Borrell Navarro (médico, escritor y profesor)

Damos a la publicidad por primera vez los particulares de la entrevista (más bien visita) que le hicimos a Fidel Castro en la madrugada del 10 de marzo de 1952, fecha inolvidable en los anales de la historia de Cuba, en que se produjo el movimiento cívico-militar triunfante en contra del gobierno del Presidente Carlos Prío Socarrás.
Si dejamos pasar tanto tiempo, no ha tenido otro propósito, sino el de que transcurriera lapso suficiente para conocer con exactitud, cuánto se habló en la misma y que propósito tenía. Formábamos parte entonces del comité ejecutivo del Colegio Médico Nacional, ocupábamos la dirección del Buró Médico del partido “Acción Unitaria”, que se había fundado hacía poco por el ex Presidente y entonces senador, general Fulgencio Batista; y teníamos a nuestro cargo la dirección general de los programas por radio y televisión, de ese grupo político.

Recordamos que fue a eso de las dos de la madrugada que recibimos una llamada de don Justo Luis del Pozo, figura destacada de la política y miembro sobresaliente de las fuerzas acaudilladas por Batista, quien nos dio a conocer que el general septembrista acababa de derrocar al gobierno del Presidente Prío Socarrás, y que yo aparecía en una relación que aquél le había entregado, y que entre los convocados se encontraba también el joven estudiante, dirigente universitario y presidente en esos momentos de la Juventud Nacional del Partido, Rafael Díaz Balart, al que también había llamado.
En ese momento determiné llamar a Rafael, persona decente, combativo orador y magnífico amigo que vivía en la Víbora, para que me recogiera e ir juntos a casa de Pozo, que estaba cerca de la mía. Al llegar, Pozo nos enseñó una lista con 30 líderes del Partido que también habían sido convocados, siendo Díaz Balart y yo, los únicos que nos habíamos presentado a esa hora, dos y cuarenta de la madrugada.
Casi inmediatamente sonó el teléfono y era el general Batista, quién enterado de que sólo dos dirigentes habían comparecido, dispuso que Borrell Navarro y Díaz Balart, se trasladaran a la jefatura de la Policía, donde ya se encontraba el teniente-jefe del cuerpo de Patrullas (Perseguidoras), Rafael Salas Cañizares, quien había sido ascendido y nombrado nuevo jefe de la Policía, y que ambos esperaran allí por si tuvieran que hacer uso de los micrófonos si alguna eventualidad se presentase.
Y cuando ya nos disponíamos a darle curso a esa indicación de Batista, Díaz Balart nos pidió –en forma de ruego- el favor de que lo acompañáramos al domicilio de su cuñado, Fidel Castro, ya que consideraba peligroso para él, su hermana Mirta Díaz Balart (esposa de Fidel) y su hijo Fidelito de apenas dos años, la designación de Salas Cañizares como nuevo jefe de la Policía, en virtud que Fidel lo tenía procesado en la Audiencia de La Habana como supuesto autor de la muerte de un estudiante que, días atrás, había fallecido cuando las fuerzas del orden (gobierno de Prío) habían disuelto un mitin estudiantil en la escalinata universitaria.
Entendiendo que la solicitud de mi amigo Díaz Balart era razonable, no tuvimos reparo en acompañarlo a casa de su cuñado, situada en la calle 23 entre 24 y 26 en El Vedado. Poco más de diez minutos, al parecer disfrutando de profundo sueño, tardó Fidel para abrirnos la puerta y que nos recibiera, asombrado, por lo intempestivo de la visita que le hiciéramos a esas horas. Conociendo Fidel del motivo de la visita, no salía de su estupor y, dirigiéndose directamente a mi, preguntaba incesantemente si era cierta esa noticia que acabábamos de darle, y si era verdad que ya Batista había triunfado y, sobre todo, si se había consolidado. Y ¿cuáles fueron los primeros comentarios de Fidel? Su primera disquisición fue emprenderla contra los políticos “auténticos” del gobierno derrocado: Contra Grau; contra Prío y con gritos estentóreos, se lamentaba de que Batista no hubiese llevado a cabo antes ese cuartelazo incruento y beneficioso para el país. Expuesta esa primera glosa fidelista y cuando le advertíamos que más importante era para él la segunda noticia, referida a la designación de Salas Cañizares como nuevo jefe de la Policía, Fidel palideció y cayó en un estado de profundo soponcio. Fue ese el momento que Rafael y yo aprovechamos para decirle que él debía cambiar de lugar, por su bien y por la seguridad de su esposa Mirta Díaz Balart, y de su hijo Fidelito, de poco más de un año de nacido, hasta que se pudiese saber concretamente, como y en que forma habría de proceder el general Salas Cañizares como nuevo jefe de la Policía. Ante la negativa de Fidel, fui yo quien lo convenciera para que se trasladara al domicilio de su hermana (media hermana) Lidia Castro Argota, ubicada a cuatro cuadras, en 23 esquina a 18, en el propio El Vedado. Al día siguiente Rafael y yo nos enteramos que esa misma noche Fidel se había ido de casa de Lidia y trasladado a casa de Agramante, quien era el presidente del Partido Ortodoxo.
Como dato interesante debemos señalar que el nuevo jefe policiaco en ningún momento volvió a acodarse de Fidel, y días después la Audiencia de La Habana sobreseyó dicha causa y exoneró a Salas Cañizares de toda responsabilidad en dicho suceso.
Así pasó el tiempo y como dijera Azorín, el mundo siguió su curso inexorable hasta que el Departamento de Estado norteamericano le dio su bendición a Fidel Castro seis años, nueve meses y nueve días después, aceptándolo como el nuevo Presidente de Cuba, y con la afirmación paladina, de que ese conocido guerrillero rojo, nunca fue comunista.

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