La fuga de cerebros de 'The New York Times'


JUAN ANTONIO BLANCO | Miami | 18 Nov 2014 DDC
Los recientes enfoques editoriales del diario estadounidense exhortan a la resignación y capitulación de intenciones democráticas ante un poder que ya dura casi 56 años.
La cobertura ofrecida por The New York Times sobre Cuba no ha sido, históricamente, muy feliz. El diario cometió un primer error cuando en 1957 Herbert Matthews fue hábilmente engañado por Fidel Castro sobre su fuerza militar e intenciones políticas. Un segundo error cuando calló la información obtenida sobre el ya inminente desembarco de Bahía de Cochinos. Kennedy, al lamentarse por haber solicitado ese silencio, dijo que de haber publicado The New York Times lo que sabía le habría ahorrado un desastre. Es por ello inevitable que ahora se piense que incurren en un tercer grave error.

Se levantan interrogantes cuando uno de los principales periódicos del mundo —donde un pequeño espacio pagado puede costar una fortuna— dedica por quinta semana consecutiva un editorial al tema de Cuba y, además, lo publica en inglés y español. Resulta aún más llamativo el hecho de que tanto los enfoques como los términos empleados en su redacción y luego suscritos por su Comité Editorial sean coincidentes con los del Comité Central en la Isla.  Eso —no el que ejerzan su derecho de libre opinión sobre este o cualquier tema— es lamentable.
Ninguna política exterior debe escapar del escrutinio y debate público. La que ejerce EEUU hacia Cuba no ha de ser la excepción y, ciertamente, mucho podría decirse de sus errores. Pero los recientes enfoques editoriales del Times no se caracterizan por los altos estándares que dieron fama a esta publicación. Tampoco se orientan a la defensa en Cuba de los valores universales que siempre ha promovido. Más bien exhortan a la resignación y capitulación de intenciones democráticas ante un poder que ya dura casi 56 años.
La visión de The New York Times sobre la inevitabilidad de convivir con el régimen cubano es profesionalmente debatible —como pudo serlo la de la CIA cuando descartaba la implosión de la URSS después de 74 años o el surgimiento de la Primavera Árabe.  Pero eso no es lo peor. Su enfoque es éticamente impresentable. Lo es su poco subliminal llamado a coexistir y colaborar con el régimen cubano como única alternativa realista y posible. Lo es también su aseveración de que quienes se oponen al actual status quo son todos "charlatanes". Esa no es una boutade iconoclasta, sino una frase ignorante e irrespetuosa.  
Es esta insólita mediocridad editorial lo que lleva a preguntarse sobre las motivaciones que han llevado  a este medio a distanciarse, de forma tan abrupta como pueril, del profesionalismo y valores que le han dado  prestigio mundial.
El más reciente editorial —tan cargado de medias verdades como los cuatro anteriores— se titula "La fuga de cerebros en Cuba". La medida estadounidense de 2006 que evoca el editorial fue la respuesta a una regulación de 1999 en la Isla —que The New York Times no menciona— que obstaculizaba y castigaba cualquier intención migratoria de los trabajadores del sistema de salud. Muchos viejos admiradores del periódico nos preguntamos si lo que en realidad presenciamos es una patética fuga de cerebros de The New York Times.     

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