Anatomía de un desfile

Allá van los carneros. En fin, si como dicen los "medios" 850,000 cubanos se abstuvieron de votar, veremos si al menos 3 o 4 millones se abstienen de marchar para agradecer la miseria, y a cambio lo que hacen es aprovechar para exigir los derechos fundamentales a los que todo ser humano tiene derecho. Si eso sucede entonces, me creo lo primero. Y si van para protestar por las condiciones inhumanas en que viven, sería un buen momento para quitarse la bota del cuello, pero a estas alturas, no lo creo. (Maura Barrabí)
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Lo de siempre, con una variación: desfilarán también los trabajadores por cuenta propia/DDC
FERNANDO DÁMASO | La Habana | 30 Abr 2015 - 7:19 am. 

El próximo 1 de mayo se realizará un masivo desfile en la ciudad de La Habana y se repetirán otros, al menos en las capitales de cada provincia y en el municipio especial Isla de la Juventud. En ellos participarán, "de forma entusiasta, alegre y combativa", los trabajadores y trabajadoras cubanos, "demostrando su gratitud a las autoridades,  por los muchos bienes recibidos durante más de 50 años". A saber: salarios de miseria, carencia de viviendas, barrios y repartos insalubres, falta de transporte, servicios sociales de baja calidad, elevados precios de los productos de primera necesidad y suntuarios, prohibición de acceso a la libre información, inexistencia del derecho de huelga, así como de plantear reclamos y otras "nimiedades" parecidas.
Estos desfiles no resultan nada nuevo ni original: sucedieron durante muchos años en el denominado "paraíso de los trabajadores", la extinta Unión Soviética, y en todos los expaíses socialistas del Este de Europa. Aún, como una rémora del pasado, se mantienen en Cuba y en Corea del Norte, así como en otros lugares que aún coquetean con el socialismo, tanto en Asia como en América Latina. Los males tienden a echar raíces y son difíciles de extirpar.

En estos desfiles, como un elemento nuevo por su incorporación masiva, aparecerán los trabajadores por cuenta propia, formando parte de los sindicatos gubernamentales. Afiliados obligatoriamente a los mismos (aunque sus intereses difieran) para no buscarse problemas con los funcionarios e inspectores estatales, no caben dudas de que también sufren la falta de civismo que corroe a la mayoría de la población cubana. En los sistemas totalitarios, el miedo inducido constituye una eficaz arma de represión. Además, los pequeños espacios de cierta independencia económica, tienen un alto costo político.
Ese día, como cada año, los invitados extranjeros oficiales, pertenecientes tanto a "la izquierda carnívora como a la vegetariana", aplaudirán hasta rabiar bajo el quemante sol del Caribe y apoyarán las ruinas del último bastión de sus utopías juveniles, sin comprender que solo están disfrutando de un número más de un gran espectáculo carnavalesco.
Las altas cifras de participantes que, después de su realización, se publiquen, no deben engañar a nadie, ya que son muy fáciles de obtener: cada sindicato oficialista recibe una cuota de participantes que debe asegurar obligatoriamente. Este la desglosa entre los centros de trabajo bajo su esfera de atención, y estos la aseguran, mediante la firma de compromisos de sus trabajadores y trabajadoras, bajo la mirada atenta del Partido, la administración y la sección sindical correspondiente. Los incumplidores, si los hubiera, saben que quedarán marcados negativamente, tendrán dificultades para obtener aumentos salariales (cuando los haya) y no recibirán estímulos materiales. La doble moral pasa a primer plano. "En definitiva —piensan muchos— es solo perder un poco de tiempo y se evitan problemas".
Para desterrar posibles "ausencias casuales" se designan áreas de concentración, donde deben agruparse (en el caso de La Habana, por municipios) los participantes, acudiendo, los que residen cerca, por sus propios medios, y los más alejados, utilizando los medios de transporte que se les sitúan, los cuales se encargan  de llevarlos y traerlos de vuelta, una vez concluido el desfile.
En las áreas de concentración, los designados por los centros de trabajo como organizadores, pasan lista, para asegurar que todos los "comprometidos" hayan hecho acto de presencia. Aquellos centros de trabajo con mayores recursos, aseguran hasta una merienda ligera a sus convocados. Las cifras de trabajadores y trabajadoras se incrementan con los movilizados en centros de educación, y por las denominadas organizaciones de masas gubernamentales, las mismas cuyos representantes pretendieron presentarse en Panamá como los únicos miembros de la sociedad civil cubana. El control es tal, que las cifras de participantes pueden ofrecerse con exactitud, aún antes de realizarse los desfiles.
Así, levantando sus brazos bien en alto, sosteniendo banderitas cubanas de papel o enarbolando pancartas y telas de agradecimiento, con consignas o de solidaridad con algún gobierno cercano, según las indicaciones recibidas, cruzarán veloces los trabajadores y trabajadoras frente a sus dirigentes, deseosos de terminar lo antes posible y regresar rápido a sus casas, para disfrutar de una tarde de asueto en compañía de familiares y amigos. Posiblemente, entre las consignas que más se repetirán estará aquella tan de moda, que plantea  "lograr un socialismo próspero y sostenible", sabiendo la mayoría que estos dos adjetivos son totalmente incompatibles con el mismo.
En esta actividad masiva, que se  repite de forma igual año tras año, no hay que perder el tiempo tratando de encontrarle la quinta pata al gato. Aquí no habrá reclamos ni exigencias a los gobernantes por su incapacidad manifiesta para resolver los problemas del país, los cuales, al igual que las huelgas, están prohibidos. Tampoco nada tiene que ver con la ideología ni con los sentimientos reales de los cubanos. Todo no es más que un simple ejercicio formal de mentiras mutuas: los que desfilan hacen como que apoyan a los dirigentes, y estos hacen como que se lo creen. 

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