Buena suerte en revertir las políticas de Obama para Cuba: Lo que los grandes intereses no permitirán

Miren esto: si bien es cierto que los "Grandes Intereses" tienen la mano puesta en Cuba, tambien es cierto que Obama a administrado este país durante todo su mandato a base de plumazos. Entonces, si Obama puede firmar y firmar en contra de todo lo bueno y a favor de todo lo absurdo, ¿que le impediría a  Marco Rubio​ administrar está nación adecuadamente a base de plumazos que nos lleven por el camino adecuado? O, ¿debo entender entonces que los "Grandes Intereses" son los que mandan y obligan a Obama hacer y des hacer, y de igual manera no permitirían que Marco o Ted, de llegar a presidentes, puedan administrar constitucionalmente, sino que, tendrán que regirse por manos negras en ves de por las vías legales que están estipuladas en está nación? (Maura Barrabí)
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Por James Bruno*/Café Fuerte

Este martes, la Casa Blanca anunció su intención de retirar a Cuba de la lista del gobierno de Estados Unidos que identifica a naciones que patrocinan el terrorismo. Esta noticia está en consonancia con la normalización que la administración Obama busca en las relaciones con Cuba, un esfuerzo con fuerte apoyo de la comunidad empresarial estadounidense y de un número creciente de cubanoamericanos, pero vigorosamente rechazada por los republicanos en la campaña electoral.

Por primera vez, quizás en 50 años, Cuba -después de Irán- augura ser un asunto de política exterior dominante y polémico en la campaña presidencial del 2016. Pero, a diferencia de la década de 1960, dos políticos republicanos de ascendencia cubana tienen un lugar central en la carrera por la Casa Blanca. El senador de Texas, Ted Cruz, es el hijo de un exiliado cubano. El senador de la Florida, Marco Rubio, quien lanzó su sombrero al ruedo a principios de esta semana, tiene padres cubanos que se establecieron en Estados Unidos antes de que Fidel Castro tomara el poder. Ambos candidatos se oponen rotundamente a la normalización en los términos de Obama.


Fuera de sincronía

Rubio ha condenado la iniciativa para Cuba del presidente Obama como una “concesión a una tiranía”. Al adoptar una postura de línea dura, Rubio, de 43 años, está fuera de sincronía con su generación de cubanoamericanos. Una encuesta realizada a los cubanoamericanos por la Universidad Internacional de la Florida en el 2014 mostró que el 78 por ciento de los jóvenes de 33 a 44 años favorecen la restauración de las relaciones diplomáticas entre los dos países, y el 45 por ciento respalda el levantamiento del embargo. En respuesta a tales números, Rubio comentó: “No me importa si las encuestas dicen que el 99 por ciento de la gente cree que deberíamos normalizar las relaciones en Cuba… Esta es mi posición, y la respaldo apasionadamente”.

Ted Cruz se hizo eco de la denuncia de Rubio sobre los pasos de Obama, diciendo: “Estados Unidos está, en efecto, escribiendo el cheque que le permitirá seguir la cartilla de la represión de Vladimir Putin a Castro”.

Rubio ha dicho que tratará de bloquear el nombramiento de un embajador de Estados Unidos y la financiación de una nueva embajada en Cuba. Más allá de eso, ni él ni Cruz han presentado un plan de acción para hacer frente al acercamiento de la Casa Blanca con La Habana.

El genio y la botella

Imaginando por un momento a un Presidente Cruz o a un Presidente Rubio en la Oficina Oval, ¿qué podrían hacer, de manera realista, una vez que el genio ha salido de la botella, suponiendo que Obama tenga éxito en la restauración de relaciones plenas, la abolición de las restricciones de viaje y el fin del embargo? Una vez que las relaciones se hayan normalizado, la comunidad empresarial, deseosa de entrar en un mercado emergente muy cerca de sus costas, algo que se le negó por largo tiempo, peleará por impedir el retorno del antiguo status quo. Dinerales están siendo movilizados a través de las grandes empresas en un esfuerzo concertado para cambiar la mentalidad de los congresistas respecto a la política hacia Cuba. Y los giros políticos en el Congreso se traducirán en la eliminación de las viejas barreras.

La decisión del senador Robert Menéndez de dimitir como miembro de mayor rango en el Comité de Relaciones Exteriores del Senado en medio de acusaciones de corrupción, despeja un gran obstáculo para avanzar en la normalización. El político cubanoamericano de 61 años, demócrata por Nueva Jersey, se opone firmemente a otorgar concesiones al régimen de Castro a cambio de relaciones diplomáticas y comerciales plenas. Su reemplazo como miembro de mayor rango es el senador por Maryland, Ben Cardin, un centrista moderado. Su portavoz me dijo: “El senador Cardin cree que debemos seguir presionando a Cuba en su historial de derechos humanos, pero los recientes cambios diplomáticos son positivos”.

Cardin ha firmado como copatrocinador de la propuesta legislativa del senador Jeff Flake (R-Arizona) sobre los viajes a Cuba, la cual pondría fin a todas las restricciones  para los estadounidenses que deseen visitar Cuba. El presidente del Comité de Relaciones Exteriores, el republicano Bob Corker, de Tennessee, ha prometido celebrar “audiencias robustas” sobre la iniciativa de Cuba del presidente, pero también ha dejado constancia declarando que considera ineficaz el embargo.

Alineados con la normalización

Fuera del ámbito político, los actores clave de la comunidad empresarial de Estados Unidos con interés en Cuba están comenzando a alinearse hacia la normalización. El 1ro de abril, la Cumbre de Oportunidadades en Cuba vendió sus espacios en tiempo récord, con 100 candidatos en lista de espera, en clara indicación de entusiasmo empresarial. En el evento, cerca de 250 ejecutivos y otros líderes empresariales se reunieron en la sede de NASDAQ en Times Square con el propósito de “formular un plan estratégico para la entrada en el mercado [de Cuba]“, de acuerdo con el patrocinador de la conferencia, la Universidad de Pennsylvania. El directivo cubanoamericano de Norwegian Cruise Lines, Frank del Río, dijo a CNBC: “Tenemos que superar esta acritud sobre Cuba. Es hora de seguir adelante”. Agregó que es necesario un proceso de curación para “llevar nuevamente las relaciones entre nuestros dos países adonde deben estar”. Una cumbre de negocios de seguimiento se realizará en La Habana a finales de este año.

El gran obstáculo para establecer relaciones económicas normales es el embargo de Estados Unidos, en vigor desde los días de la administración Eisenhower. Levantarlo requiere la legislación del Congreso, donde los republicanos, que actualmente controlan ambas cámaras, se oponen a ello. Pero hay un movimiento interno en los círculos empresariales para cambiar ese comportamiento. Un organizador de la Cumbre de Oportunidades en Cuba me dijo que “muchas de esas discusiones -por vía de cabildeo en el  Congreso- están ocurriendo. Ellos [los CEOs] están discutiendo estrategias”.

La agroindustria estadounidense ya está presionando por un mayor acceso a los mercados cubanos. En enero de este año, más de 30 empresas y asociaciones comerciales agrícolas, que van desde el conglomerado multinacional Cargill a los Dairy Farmers of America, formaron la Coalición Agrícola EEUU-Cuba, dedicada a gestionar el cese inmediato del embargo comercial. Cuba, que importa el 80 por ciento de sus alimentos, es un mercado de $1.7 billones de dólares para los productos agrícolas. Las exportaciones agrícolas de Estados Unidos a Cuba en el 2014 ascendieron a más de $290 millones, sin ningún tipo de crédito, bajo reglas comerciales estricta que solo admiten pagos en efectivo, según la ley estadounidense. El gobernador de Missouri, Jay Nixon, llamó a la apertura de Cuba “una gran oportunidad para fortalecer nuestras granjas y nuestra economía”. Puede esperarse que otros políticos republicanos se hagan eco de esta convocatoria en tanto los poderosos intereses agrícolas presionen en su caso.

Comprometidos con la oposición

La oposición a la normalización, sin embargo, sigue siendo fuerte entre muchos cubanoamericanos. Los tres senadores cubanoamericanos y cuatro miembros cubanoamericanos de la Cámara de Representantes tienen un abultado expediente de oposición a las iniciativas de normalización del presidente Obama. Esta oposición llega a las filas de los cubanomericanos que ocupan cargos electivos a nivel estatal. Las legislaturas de los estados de Nueva Jersey y Florida aprobaron recientemente resoluciones simbólicas contra la normalización. Mauricio Claver-Carone, un activista cubanoamericano de 39 años que trabaja como consejero del Cuba Democracy PAC, que pretende ser el mayor comité de acción política entre los hispanos, me aseguró que “no hay brechas entre los políticos cubanoamericanos a cualquier nivel de gobierno” con respecto a la política de Estados Unidos hacia Cuba, con independencia de su filiación política. Criticó a los intereses empresariales que presionan por la apertura con La Habana como fuerzas impulsadas por la máxima de “el dinero primero, la democracia después”.

Claver-Carone citó una encuesta realizada por una entidad de filiación republicana en marzo, la que mostró que el 54 por ciento de los cubanoamericanos se opone a la normalización, frente a un 41 por ciento que la apoya; además, un 71 por ciento está en desacuerdo con el levantamiento de sanciones, en contraste con el 20 por ciento que lo favorece. Sin embargo, dos estudios recientes llevados a cabo por la encuestadora independiente Bendixen & Amandi International dibujó un cuadro diferente. Esas encuestas encontraron apoyo cubanoamericano para la normalización, incrementado del 44 por ciento el pasado diciembre a un 51 por ciento este marzo. Además, según Bendixen & Amandi, los cubanoamericanos interesados en mantener el embargo comercial de Estados Unidos se redujeron de un 40 por ciento al 36 por ciento, y el apoyo para aliviar las restricciones de viaje aumentó del 47 por ciento al 56 por ciento.

Signos de inevitabilidad

La Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) fue una fuerza poderosa en la política hacia Cuba en los últimos años, ejerciendo una notable influencia en el Capitolio, así como con los presidentes principalmente republicanos. Su fundador, el fallecido Jorge Mas Canosa, era considerado el principal arquitecto detrás de la política de Estados Unidos de apretar los tornillos a Fidel Castro.  Esta política culminó con la aprobación de la Ley Helms-Burton, en 1996, lo que amplió el alcance del embargo, incluyendo sanciones a empresas de propiedad extranjera que comerciaban con Cuba. Pero la posición de línea dura de la Fundación se ha suavizado. Su actual presidente, el veterano y prisionero de guerra en Bahía de Cochinos, Francisco José Hernández, me dijo: “Damos la bienvenida a la apertura de negociaciones con el gobierno cubano”. Los 600 mil cubanos que han llegado a Estados Unidos desde 1995, dijo, “quieren construir puentes”. Citó un cambio generacional subyacente al giro hacia la normalización. La FNCA, no obstante, apoya el levantamiento del embargo solo después de que La Habana realice concesiones firmes en el ámbito de los derechos humanos.

Si la administración Obama es capaz de terminar con el embargo a Cuba, los republicanos como Cruz y Rubio, indudablemente, lo denunciarían. Pero podrían no ser capaces de hacer mucho al respecto. ¿Podría un presidente republicano cerrar nuestra nueva embajada en La Habana y la de Cuba en Washington? ¿Volverían a imponerse limitaciones de viaje y el embargo comercial? Este escenario es muy poco realista. Estados Unidos no ha dado marcha atrás en ninguna política similar en el pasado. Agreguemos las opiniones cambiantes entre la comunidad cubanoamericana, así como entre otros estadounidenses, y la imagen que está emergiendo es una de inevitabilidad.

James Bruno es escritor y ex diplomático estadounidense. Autor de Havana Queen. Este artículo fue publicado en Político Magazine y traducido al español por CaféFuerte. Las opiniones y caracterizaciones en este artículo son las del autor y no representan necesariamente la posición oficial del Gobierno de Estados Unidos.

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