Tania Bruguera inicia las 100 horas de lectura sobre totalitarismo

Verdad que hay gente con una pachocha para el descaro y el servilismo que eso no tiene nombre. Maura Barrabí.
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La artista reúne al público en su casa, a dos días del inicio de la Bienal de La Habana, para leer y analizar un libro de Hannah Arendt que se centra en el nazismo y el estalinismo./DDC

Pruebas de audio. Un espacio abierto y el centro, un sillón. La teatralidad del performance comienza desde las labores organizativas.
La letanía la empezó Tania Bruguera y la continuó la escritora Yania Suárez.
—Tinto, sal por favor, y dime cuánto se oye allá afuera? Si no, para subirlo—, le dice Tania Bruguera a Luis Alberto, músico y miembro del equipo de Cuba Decide, mientras ajusta los últimos detalles.
El inicio de la sesión inaugural del Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt con la lectura de 100 horas del libro Los orígenes del totalitarismo ha sido interrumpida, al menos en su primera hora, solo por las interferencias que le hacen los móviles al audio.

—Estoy leyendo muy rápido? Se oye allá afuera?—, son las preocupaciones de la Bruguera.
Se esperaba un mitin de repudio o quizás un operativo policial, una escuela movilizada para ahogar las posibles voces de la lectura y el análisis, pero la competencia eran los claxon deliberados que normalmente conforman la acústica de la ciudad o los martillos de aire que abren zanjas en una Habana derruida.
"Lo hago porque soy una artista"—, le dijo Tania a los dos agentes de la Seguridad del Estado que se le acercaron esta mañana para amenazarla, para decirle que estaban al tanto de que había comprado un audio y de que el último día saldría a la calle.
La coordinación corre a cargo de Claudio Fuentes que asegura que "la acción es improvisación".
Luis Trápaga, artista plástico, piensa que lo interesante de la acción es que parece una "letanía", sin importar de "qué hable el texto" aunque también es importante que se sepa "que se está leyendo".
"Allá al frente vive una artista —dice la dependienta de la cafetería—, y no es que me interese o no, si ella pone cuadros nosotros cruzamos y miramos, pero ahora mismo solo está leyendo".
El barman del bar de la esquina sabe que "allí vive una artista y profesora, por eso se reúne con tanta gente".
"Na, curiosidad"—, dice otro vecino que se acerca a recoger un catálogo.
Un borracho en la bodega lee el catálogo entre trago y trago. Otros vecinos hacen muecas de extrañamiento, una de ellas cree que todo lo que pasa en el lugar es muy "yuma". Y un niño pregunta si eso sale en la televisión.
Inocente Martín, curador residente en Brasil, asistió a la lectura porque "creo que Tania no puede ser excluida de un contexto tan importante como la Bienal y ya. Debemos tratar de poner a discusión el tema de la censura".
Y sostiene: "Yo conozco la obra de Tania Bruguera desde el 94, la utilicé como parte de mi tesis de maestría y sé de su importancia".
"Se lo estaba diciendo a Tania, lo de la plaza es un cliché, y la pincha se trabó por eso"—, comenta Celia González, otra artista plástica que reside en el extranjero. Y termina diciendo: "Me enteré por Facebook, pero creo que el tema Tania se tiene que resolver".
La gente entra y sale. No hay aglomeraciones aunque el audio se escucha perfectamente en la calle. Vienen algunos exalumnos y amigos de la Bruguera. El performance durará tres, cuatro o cinco días, pero no se sabe cuán completo está el juego, porque como dice Hanna Arendt en el texto que se discute: "El servicio secreto es necesario".

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