Zoé Valdés en París, Miami, La Habana y Japón


La autora Zoé Valdés junto a una de sus obras de la exhibición ‘Japonismos’. Pedro Portal El Nuevo Herald

OLGA CONNOR
Especial/el Nuevo Herald
Este año me he reunido con Zoé Valdés en París, en abril, en el Café de la Paix, y ahora en la Galería Ramón Unzueta, donde su amiga de toda la vida Enaida Unzueta es la regenta. Enaida exhibió allí la colección Japonismos, las nuevas pinturas de la escritora, el viernes 6 de noviembre.

Pero ya desde París me envió el libro La Habana mon amour (Editorial Stella Maris), que luego presentaría en Miami invitada por el Cuban Research Institute de la Universidad Internacional de la Florida, FIU, y Books & Books, el 29 de octubre en la Congregational Church de Coral Gables.


“El tema de La Habana, mon amour es la memoria de una adolescencia, de los primeros amores en una ciudad marítima”, me dijo Zoé. “La historia de la ciudad de La Habana a través de mis recuerdos, de mis vivencias. Es la ciudad de mis lecturas, también de mis travesuras. Es la ciudad de mi madre, de mi abuela, y la mía”.

Yo he vivido toda esa vida encantada de La Habana, y este libro de Zoé me vuelve a esa fascinación. Ella comienza por donde yo deambulaba más tarde en mi años jóvenes, y termina el libro por donde comencé en mi niñez, que fue en el Vedado. En cada caso reviste de poesía y nostalgia lo que también puedo recordar, incluyendo los libros de los autores que ella menciona y que también conocí, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Leví Marrero, y tantos otros.

Recuerdo bien el Instituto de La Habana, donde Zoé estudió la secundaria, y tuvo sus amistades, porque justo enfrente tenía un bar la prima hermana de mi mamá, donde se reunía un gueto gallego de inmigrantes, casi todos expatriados por ser republicanos. También daba clases en ese Instituto Mercedes García Tudurí, que ya estaba exiliada cuando Zoé nació, mi mentora extraordinaria en la poesía y en la filosofía, aunque yo fui al Instituto de la Víbora. La Iglesia de la Merced, que Zoé visita en su libro, fue un punto de devoción mío y también en Sevilla, porque la santera de frente a mi casa al mudarnos nosotros a Luyanó, me dijo que yo era hija de Obatalá, asociada a esa Virgen en el rito afrocubano. También recuerda en el libro la Iglesia del Espíritu Santo, conectada con el Padre Gaztelu, poeta del Grupo Orígenes, y entrevisté en Miami al poeta y visité en La Habana la iglesia. Así de modo alado fui recorriendo en estas páginas de Zoé las calles de mi Habana, esa ciudad por cuyas calles caminé tantas veces. Y sentí junto con ella, al leerla, esa pasión por ir a ver el mar que bordeaba la ciudad, adonde de niña me llevaba mi padre muchas noches, a ese Malecón, donde me ponía a dormir y a soñar.

Pero la exposición Japonismos no es de La Habana, sino del Japón. “Mis musas de inspiración son los viajes, de cada viaje regreso con más deseos de pintar. La razón es porque también veo mucha pintura en esos viajes, en museos, en casas de amigos pintores, coleccionistas”, declaró Zoé. “Esta exposición hace referencia a mi viaje a Japón, a todo lo que vi allá, los cerezos, las geishas, recordé a [Ramón] Unzueta pintando cerezos y haciendo sus rostros japoneses. Es un homenaje a los escritores Mishima y Kawabata. Es toda una cultura del pensamiento, de la calma, de la paciencia, de la eternidad”.

Sin embargo, se reconoce el rostro de algunas personas nada japonesas, entre ellos, el de Enaida, le comenté a Zoé. “Mis cuadros son trabajos de escritora, muy en la cuerda de los dibujos de Federico García Lorca, e inspirada, sin llegar a alcanzarlos en esos dibujos, en los de Jean Cocteau. Sí, Enaida está en toda mi obra, como están Rami [el pintor Unzueta] y Luna [la hija], y mis seres más queridos”, me comentó Zoé.

También recuerda a los pintores amigos a los que veía pintar y de ese estudio, de esa observación, aprendió. “Mirando a Unzueta, a Humberto Castro, a Gustavo Acosta, a Finalé, a Ramón Alejandro, a Camacho, a Gina Pellón, a Guido Llinás, a Selgas…”, contó. “Aprendí admirando cuadros en los museos, estudiando la obra de Bonnard, de Remedios Varo, de Wifredo Lam, de tantos otros. Siempre me quedo horas en las exposiciones, regreso a ellas, las repito incesantemente”.

Pero lo que más fascina es cómo interceden las pinturas en sus obras. Esto al parecer es algo que también hacía Jane Austen, la novelista inglesa, quien confiesa en una de sus cartas que encontró en un cuadro de museo el rostro de su famosa heroína Elizabeth “Lizzy” Bennet para la novela Orgullo y prejuicio. “Cuando escribo dibujo mucho a los personajes y a las situaciones. Es mi soporte para la estructura del libro, son como planos o mapas de rostros y lugares”, explicó Zoé.

Sus viajes a Miami eran antes muy frecuentes, ahora lo son menos. “Miami me alborota. Esta vez fue un viaje más tranquilo, tal vez yo también estoy mucho más tranquila. Es un viaje muy positivo. Pude reunirme con los amigos que quiero y abrazarlos con tiempo. Conocí a otros, nuevas amistades, que me llenaron de mucho, sobre todo de sabiduría, como fue el caso con la doctora Mercedes Cros Sandoval”, afirmó la escritora. “Tuve la oportunidad de disfrutar de músicos diferentes, sopranos, pianistas clásicos y populares, de la vieja escuela, clásicos de la música cubana. Siempre la paso bien. Esta vez mejor que nunca”.

olconnor@bellsouth.net

Exposición de Zoé Valdés, ‘Japonismos’, en Ramón Unzueta Gallery, 1607 SW 8th St. Miami, FL 33135. 305-788-5250, unzuetagallery@gmail.com.


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