'Paradiso' en tiempo de Bim Bom y reguetón

CAMILO ERNESTO OLIVERA | La Habana /DDC


De izq. a der.: Luis Rogelio Nogueras, Antón Arrufat, Pablo Armando Fernández, Mariano Rodríguez, José Lezama Lima, Heberto Padilla, Sigifredo Álvarez Conesa, Roberto Fernández Retamar y Víctor Casaus en la cafetería de F y 23, Vedado, 24 de diciembre de 1966.
Paradiso, la primera novela publicada por José Lezama Lima, y única que pudo ver editada en vida, vio la luz el 16 de febrero de 1966. Cinco décadas después, la actual Feria del Libro de La Habana transcurre, desde el sábado 14 de febrero, de espaldas al medio siglo de este clásico indiscutible de las letras hispanas. 

Una lectura leve del texto nos muestra al personaje central, José Cemí, como alter ego del autor en el viaje desde la niñez hasta la adolescencia, y luego en su juventud tempestuosa, durante el periodo dictatorial de Gerardo Machado (1925-1933). Para los lectores, acostumbrados a la fabulación sin muchas complicaciones, el enredo suele comenzar luego del célebre capítulo VIII. Aparece entonces Oppiano Licario, una suerte de "maestro interior" a la manera en que este se asume en diversas tradiciones místicas e iniciáticas.   
La primera edición comenzó a venderse en las librerías cubanas el 16 de febrero de 1966 y constaba de 4.000 ejemplares. En los días siguientes, los rumores amigos, y también los "enemigos rumores", a propósito de la novela fueron creciendo. El susurro era constante y anunciaba pecado: "Léete el capítulo VIII".
Tanto fue así, que el texto fue retirado de la venta en varias librerías y una atmósfera de escándalo rodeó al libro. Las aventuras de Farraluque y su pene enhiesto entrando en agujeros femeninos y masculinos pasaban como un tornado de veinte páginas frente a la vista asombrada y libidinosa del subdesarrollo mental tropical cubiche. Pocos quisieron, o pudieron, ver más allá. Durante años, solía decirse en Cuba que existían dos tipos de lectores de Paradiso: los de la novela en sí, y los del antes mencionado capítulo octavo.    
El Paradiso del terror revolucionario
"Me asusté mucho cuando retiraron el libro", rememora una antigua empleada de librería habanera. "Pensé que se trataba de un texto contrarrevolucionario y pregunte lo que pasaba. Me respondieron que ese libro era pornográfico y describía aberraciones sexuales entre hombres".
La Isla era sacudida por una ola represiva. Cientos de hombres estaban internados en campos de trabajo forzado, las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), desde noviembre de 1965. Otros tantos resultaban expulsados de centros de estudio y trabajo. La revista Mella publicaba las historietas homofóbicas de "Hermenegildo Sorullo" y "Florito Volandero".   
La novela fue recogida y vuelta a vender hasta que se agotó aquella primera edición. Al menos fuera de Cuba, la neblina comenzó a disiparse en 1968, cuando el libro fue publicado en México y Argentina. Luego, en 1971 y hasta su muerte, la censura del régimen cubano cayó como una maldición medieval sobre Lezama Lima. Hubo que esperar por décadas para la reedición de la novela. Mientras tanto, los ejemplares que sobrevivieron al tiempo y el miedo, pasaban de mano en mano. 
"La primera vez que leí la novela, fue en casa de un amigo que no quiso prestármela", cuenta Arnaldo, ingeniero y veterano de la guerra de Angola. "Él decía que ese libro no salía de su casa. El capítulo VIII no me chocó tanto, pero hubo un momento en que no entendí 'ni pitoche'".
"Es que cuando crees que estas siguiendo la historia, esta se te pierde en una digresión y para ubicarse de nuevo hay que 'romper monte mental'", añadé. Realmente logró disfrutar de la novela cuando pudo comprarla en 2006.
Farraluque arma la gozadera  
Noche de sábado 14 de febrero, en la zona cercana a la céntrica y capitalina intersección de 23 y Malecón. Heladería Bim Bom.
"¡Oye 'pelú'!", llaman y voy. "Aquí te traje el libro que me prestaste."
Un antiguo vecino del barrio de Guanabacoa me devuelve un ejemplar de Paradiso. Me pregunta: "Asere, ¿de verdad ese tipo publicó eso en 1966? ¿Cómo es que no lo fusilaron?"
"¿Él es el del libro?", preguntan al vecino. "¡Mira tú, un cheo (argot: heterosexual) culto… Yo también le pasé la vista. En realidad, lo único que se puede leer es el capítulo ese donde un chiquito ahí, Farra… algo, arma la gozadera y 'el dále al que no te dio'. Lo demás no lo entendí."
Mientras los escucho, casi tengo la certeza de que  José Lezama Lima nació, vivió y escribió demasiado adelantado a su época y la nuestra. Cuba era, y sigue siendo, un país demasiado joven aunque envejece por día desangrado por la migración, huyendo del caos dictatorial que le nubla el futuro.
Sin embargo, el mismo faro del Morro que iluminó a Lezama sigue emitiendo su luz. A fin de cuentas, cada libro tiene sus lectores. Algún día la poesía, como espejo verbal del oculto idioma para iniciados y demiurgos, unirá lo que hoy está fragmentado.     

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