“POLICÍA, TÚ ERES MI AMIGO”. POR ZOÉ VALDÉS


Miami y Facebook andan revueltos porque llegaron a las hermosas playas de la Florida dos agentes (otros más), vestidos de policías (y esta es la novedad), en balsa. Confieso que a mi también me molestó verlos llegar en semejante estalaje, luciendo hasta el silbato en el bolsillo. ¿Por qué no se cambiaron de ropa durante el trayecto? Entrevistados por Juan Manuel Cao, video que se puede ver en este blog, los balseros guarapitos respondieron que no disponían de otra ropa para cambiarse.

Después de darle vueltas y más vueltas al coco, me digo que después de todo no hay nada de qué asombrarse, por qué nos extrañamos de que a estas alturas lleguen dos pobres “palestinos” chivatones, llevando sus charreteras y grados de capitán, etc, a una ciudad donde se le ha dado la bienvenida a comandantes, guardaespaldas, traficantes de drogas autorizados por los Castro, guerrilleros entrenados en el Comité Central, secuestradores, y cuanto criminal se haya arrepentido de seguir campeando por sus respetos bajo Aquella Basura. Algunos de ellos reciben salarios de los medios de comunicaciones más importantes de Miami.
Que estos guarapitos argumenten ahora que ellos jamás golpearon a un disidente tampoco los exonera de nada, porque al mismo tiempo tampoco impidieron que se abusara de los infelices. Y si bien supieron usar el uniforme para esconder la balsa en un camión y transportarla hasta la playa desde donde salieron, también no es menos cierto que no estuvieron dispuestos a usarlo para impedir la represión en las calles habaneras.
Entiendo que ahora estén principalmente muy preocupados por sus familiares en Cuba, a los que según ellos están hostigando sus mismos compañeros policías. Pero qué esperaban. ¿Que los condecoraran en ausencia? Ojalá y se quiten lo antes posible el uniforme que llevan en el cerebro. Ojalá se enteren pronto que la libertad tiene un precio, muy alto, y que donde quiera que uno esté, adentro o afuera, si quiere merecerla, debe esforzarse y batallar duro por ella.
Zoé Valdés.

Comentarios