La Habana huele a… (Meao)


Me lo confesó un amigo español que vino de visita durante los festejos por la declaración de la urbe como Ciudad Maravilla//CubaNet

LA HABANA, Cuba.- “La Habana huele a orina”, me dijo un amigo español durante un paseo por la capital cubana. Empresario hotelero al que no le importan las ideologías mientras pueda cerrar un buen acuerdo comercial, vino a La Habana durante los festejos por la declaración de la urbe como Ciudad Maravilla y, a pesar de no salirse de su “ruta de lujo” que solo incluía la visita a hoteles, restaurantes, bares y playas, regresó a Europa decepcionado por los olores, muy distintos a los del habano y las frutas exóticas que muestran las revistas de turismo.

“En cualquier esquina, a cualquier hora, encuentras personas orinando; he pisado no sé cuántos charcos de orina, el mal olor es asfixiante en casi todos lados”, protesta mi amigo que más adelante agrega: “a mí no me importa abrir un hotel en un país comunista, feudalista o lo que sea, pero sí me importan mis huéspedes, que no se enfermen, que la pasen bien. El socialismo no es un obstáculo; la falta de higiene, sí”.
No sólo mi amigo se ha llevado consigo esta imagen negativa de La Habana, también muchos cubanos que la viven o la visitan terminan reparando en un fenómeno que, al parecer, no ha sido tomado en cuenta cuando se habla de rediseño de espacios urbanos, restauración de edificios patrimoniales, de cuidado del entorno y de desarrollo turístico.
“Hay orina y heces por todos lados porque ¿dónde hay un baño público?”, esta ha sido, en resumen, la respuesta que hemos recibido de casi todas las personas interpeladas al respecto en la calle.
¿Pero es la falta de baños públicos la única causa de que La Habana se haya convertido, según ha dicho uno de los entrevistados, en una “letrina gigante”?
El edificio de Arte Universal, perteneciente al Museo Nacional de Bellas Artes, frente al Parque Central de La Habana, es uno de los más afectados por esta realidad. Un guardia de seguridad de la institución opina al respecto:
“Estos pasillos se han convertido en el principal baño público de La Habana. Incluso en la misma puerta del museo hay charcos de orine. Todas las columnas están manchadas y los pisos habría que pulirlos de nuevo. (…) Nosotros no podemos hacer nada porque técnicamente el pasillo no es parte del museo y cuando cerramos por la tarde y oscurece, esto es tierra de nadie. (…) Del otro lado está el banco [una sucursal del Banco Metropolitano] y tienen un custodio pero su trabajo es cuidar el banco, no los pasillos, eso es trabajo de la policía pero yo he visto también policías orinando”.
Un oficial de la policía que presta servicio en las áreas aledañas al museo, al entrevistarlo sobre el asunto coincidió con las opiniones que señalan a la falta de baños públicos como la causa principal del estado higiénico de la ciudad:
“No hay baños públicos, esa es la razón. (…) Hay también indisciplina social pero por la noche, por la madrugada, ¿quién encuentra un baño abierto?, no a todo el mundo lo dejan entrar en un hotel. Los bares donde hay baño no están abiertos toda la noche. (…) El baño público de [la calle] San Rafael, que es el único de todo esto por aquí, solo abre hasta las 6 de la tarde. (…) Yo detengo a los descarados, a un borracho pero con los demás no me queda más remedio que hacerme el ciego de vez en cuando”.
En La Habana actualmente solo funcionan dos baños públicos, uno en el Vedado y el otro en Centro Habana, ninguno de los dos cuenta con horario nocturno. Un funcionario de la Empresa de Servicios Comunales de la capital nos explica la situación:
“Hay otros baños públicos pero han tenido que cerrar por el mal estado en que se encuentran. Eso no quiere decir que los que existen estén en buenas condiciones pero al menos se mantienen abiertos, aunque algunas veces hay que cerrarlos porque sufren deterioro de la plomería, tupiciones, falta de agua o no existe personal para atenderlos (…). Los horarios son diurnos porque antes se prestaba servicio por las noches y la gente usaba los baños como posada ([lugares para relaciones sexuales]. El del Parque del Quijote se hizo famoso por eso y la gente iba a lo que todo el mundo sabe. Ya no era un baño”.
El administrador de una céntrica cafetería en la Rampa, cree que la situación higiénica ha empeorado no por la falta de baños públicos sino por el deterioro de los valores morales:
“La falta de baños públicos es uno [una causa] pero no el único. A la gente le falta educación. Yo no le prohíbo a nadie usar el baño, aunque no sean clientes, y creo que hay muchos lugares como este en la ciudad, a la gente le molesta pagar un miserable peso y buscan cualquier rincón y orinan. Yo he visto gente orinando en plena calle, detrás de un tanque de basura o de un poste. No les importa si hay niños cerca, o mujeres, se sacan la cosa y ya. Como si fuera lo más normal. (…) Lo que sí es absurdo que en la televisión no se diga nada. Se habla de la gente que hecha papeles en el piso o que rompen los teléfonos públicos pero nada de los que orinan en la calle, es como si eso lo vieran bien porque simplemente no hay baños”.
En la radio, en la televisión y en los demás medios de divulgación oficiales cubanos actualmente no existen audiovisuales educativos para evitar el deterioro de la situación higiénica por causa de la falta de baños públicos o la indisciplina social. Tampoco ha habido por parte del gobierno un incentivo para estimular la creación de negocios privados que ayuden a atenuar la situación.
Josefa vive en la calle Monte, una de las más concurridas de la ciudad. Tenía previsto abrir un baño público como negocio particular pero la experiencia de un vecino la hizo desistir:
“Mi vecino gastó dinero en comprar y acondicionar el local, en los inodoros, en los herrajes pero hizo los pisos de cemento pulido esperando a que el negocio le diera más dinero para enchapar y hacer algo mejor pero los inspectores lo obligaron a cerrar por falta de higiene. (…) Después que enchapó volvió abrir, pero igual le cayeron arriba por el gasto de agua, que entonces tenía que pagar no sé cuánto por el agua y que si los vecinos se quejaban por el mal olor del baño y era mentira, es que los inspectores se ponen a ver si te pueden sacar la vida. Al final cerró y con ese baño se resolvía porque no hay en toda La Habana, y por eso también yo quería hacer algo así. (…) Y ahora mira, todos los pasillos están “meaos” (orinados) y cagados y a nadie de Higiene ni a los inspectores les preocupa”.
Monte, San Rafael, Carlos III, Reina, Obispo, la Rampa, el Malecón son calles y paseos que no huelen a eso que sugieren los spots publicitarios del Ministerio de Turismo. No importa la zona de la ciudad por donde se transite, cualquier edificio o plaza, importante o no, cualquier barrio marginal o ciudadela, por colorida o lúgubre que parezca, desprenderá ese tufo que, desafortunadamente, acompaña las vidas de los cubanos y los visitantes extranjeros.

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