Jan y Cuje


Escrito por Roberto Luque Escalona    Martes, 18 de Abril de 2017 15:47   /Libre

*Jodie Foster, activista de la Gaystapo estuvo en La Habana con su mujer, muy encompinchada con Mariela Mirabal y hablando maravillas de esa cochambre que en otro tiempo fue la bella capital de los cubanos. La LGBT es, de todos los grupos agrupados en la putiferia izquierdista, el de conducta  más infame respecto a las tiranías comunistas y musulmanas. Jodie (se pronuncia o se debiera pronunciar “Jodí”) ya había mostrado su fanatismo cuando se negó a actuar en Hannibal, continuación de The Silence of the Lambs,  porque el asesino en serie que aparecía en The Silence… era o parecía ser homosexual, aunque el Dr. Lecter, el asesino mayor en ambas películas, no lo era.

No tengo ninguna amiga lesbiana. Lástima, porque me gustaría saber cómo se define la condición de “mujer” en una pareja lésbica.


*Atrás, muy atrás quedaron los tiempos de Reagan. A estas alturas, para que un candidato postulado  por el Partido Republicano para gobernador de California resulte elegido, tiene que ser alguien como Arnold Scharzenegger. El miembro de la putiferia farandulera está promoviendo a John Kasich para las elecciones del 2020. Kasich hubiese perdido con Hillary Clinton, lo cual es mucho perder.

*Lars Mischak es un profesor en la Universidad de Fresno que clama por el asesinato de Trump y pide que se mate a dos deplorables por cada ilegal que sea deportado. California Dreaming. Esta es la misma gente que pontifica sobre las prédicas de odio y violencia de Trump y sus seguidores.

*Rob Bentley, Gobernador de Alabama y muy activo en el movimiento que llamaban Never Trump, perdió su cargo debido a desafueros sexuales, por cierto, no peores que los de John Kennedy y Vil Clinton. El relajo parece camino de convertirse en una tradición demócrata.

*United Airlines se buscó un San Juan Alumbrado al sacar a rastras a un pasajero de uno de sus aviones. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante animalada? Aunque no es como para sorprenderse, porque las compañías de aviación han entrado hace tiempo en una espiral de maltrato al público. Si este país no fuera tan grande y los trenes tan lentos, jamás me subiría a un maldito avión. En mi último viaje estuve a un pelo de quien sabe qué conflicto. Le pregunté algo a una empleada y la muy bruja me volteó la cara. Entonces, cuando di tres o cuatro golpes en el counter para llamar su atención, se volvió hacia mí.

-Don’t do that! -me dijo, autoritaria.

-You don’t look in another direction when a passenger is talking to you. Who is the one in charge here?

-What do you want?- me dijo, todavía bélica, pero en retirada.
-What do you think? Information.

Fue un momento desagradable, pero nada en compasión con lo sucedido a David Dao, el médico vietnamita que llegó aquí en tiempos de la guerra; Dao terminó con dos dientes de menos y la nariz fracturada. Por cierto, el chinito no es palo que da tres yugos: fue condenado por malos manejos con analgésicos controlados y emitir recetas fraudulentas, y durante una década se le prohibió ejercer la Medicina. Por supuesto, su historia personal no justifica en absoluto la brutalidad con que se le trató.

A diferencia de Norwegian Cruise Line, que se negó a indemnizarme por el virus que adquirí en uno de sus barcos y salió indemne, United Airlines tendrá que pagar muy caro por sus hechos. El ajuste de cuentas ya comenzó con la pérdida millonaria de sus acciones en la Bolsa y la baja en la venta de pasajes.

Una incidental: John Cho, otro chino, pero no médico, sino cantante, dice que la culpa del incidente la tiene… ¡Trump!

*En Livonia, un suburbio de Detroit, aflora la barbarie musulmana. Jumana Nagawda, una médico somalí, se dedicaba a extirparles el clítoris y algo más a niñas a petición de sus padres. La mutiladora está presa y por cada niña mutilada le tocarán cinco años de cárcel. 

Ahí tienen eso que los izquierdistas llaman “multiculturalismo”. Yo tengo otro nombre mejor: salvajismo islámico y africano. Y una vez más me pregunto: ¿Qué hace aquí esa gente? ¿Quién fue el hijo de mala madre que los trajo de la cloaca tercermundista?

*A Ben Carson, nacido y criado en un gueto de Detroit, pero americano, Trump le ha soltado una papa caliente al encargarle la Secretaría de Vivienda. El desmadre que dejó allí Joaquín Castro es de quinientos millones. Ese Castro es o era la “esperanza latina” del Partido del Burro; es tan latino como Gerónimo, pero dejemos eso. En un arranque de desesperado optimismo lo llamaban “el Marco Rubio demócrata”.

*Hasta donde yo sé, el extraño culto a la fealdad de los negros americanos nació en los años 70’, con aquella moda que en Cuba llamaban con un nombre que no he escuchado aquí: Speddrun o algo así. Los negros de por acá lo llaman “afro”, aunque nunca he visto a un africano con el pelo de esa manera. Yo siempre lo llamé “cabeza’e bombillo”. 

Luego vinieron los rastafari, creo que un invento del cantante jamaiquino Bob Marley, quien afirmaba que el Emperador de Etiopía Haile Selassie, llamado Ras Tafari antes de subir al trono, era la encarnación de Jesucristo. “Locas ideas de negros”, hubiese dicho Truman Capote.
Antes de las trenzas rastafáricas, los prietos americanos dieron muestras de lucidez al afeitarse la cabeza, que es lo que yo haría si Dios dispusiera que una mañana me despertara convertido en negro.

De un tiempo a esta parte, las trenzas rastas han sufrido lo que me parece un proceso degenerativo: en vez de muchas trenzas delgadas, ahora se usan unas pocas, tiesas como palos y que apuntan en cualquier dirección. Otro disparate capilar es el de afeitarse los lados y la parte posterior de la cabeza, y en lo alto del cráneo, lo que en Cuba llamábamos “la pasa pará”.

“Then you know how beautiful I am” (“Entonces sabrán cuan bello soy”) es un verso del poeta negro Langston Hughes. Yo no soy  negro ni poeta, pero si lo fuera, escribiría un verso muy distinto: “Now you know how ugly I can be”. Traduzco: “Ahora saben cuan feo puedo ser”. Ese culto a la fealdad, el que alguien se proponga ser lo más feo posible, es algo que está más allá de mi comprensión.

Para terminar con este drama “pasional”, los negros de Cuba  no solían imitar las modas de los prietos de por acá. Pero aquellos eran negros cubanos; los de ahora son cubanoides.

*Un lector me pide que escriba sobre José Antonio Primo de Rivera. A continuación, lo poco que sé sobre él.

José Antonio, como suele llamársele, fue el  hijo primogénito del general Miguel Primo de Rivera, que estuvo en Cuba a las órdenes de Martínez Campos, que luego sería un dictador militar no particularmente represivo en los años que precedieron a la Republica, y que moriría prematuramente antes de que su hijo se convirtiera en un personaje de la política española.

Los Primo de Rivera eran una familia de la aristocracia rural andaluza. Miguel era marqués de Estella y, por ser el hijo mayor, José Antonio heredó el título… que parece no haber usado jamás. Un detalle curioso: Estella está en Navarra, en el otro extremo de la Península.

José Antonio se graduó de abogado en la Universidad Complutense. Fue el fundador de la Falange, una organización de corte fascista inspirada en la de Benito Mussolini. Detenido en Madrid al iniciarse la Guerra Civil y trasladado a Alicante, fue condenado a muerte en una de esas farsas judiciales a que tan aficionados son los comunistas. 

Pocas cosas hay tan impresionantes como el valor frente a la muerte inevitable. Ante el pelotón de fusilamiento, el que lo dirigía le preguntó si tenía algo que decir. José Antonio Primo de Rivera, duro como el turrón emblemático de la ciudad en la que iba a morir, pronunció un discurso que lo pinta de cuerpo entero. He aquí sus palabras. Su palabra, porque fue una sola:

-Venga.
*Hace tiempo que me da vueltas en la cabeza cuál hubiese sido el destino de Cuba si el general George Patton hubiese ocupado la Presidencia de Estados Unidos entre 1953 y 1961, en lugar del también general (con una estrella más, pero sin combates) Dwight Eisenhower. Roy Rubboton, aquel canalla que se dedicó a moverle el piso a Batista en beneficio de Fidel Castro nunca hubiera sido Subsecretario de Estado para América latina, y de haberlo sido, hubiese salido como bola por tronera junto con su cómplice, el jefe de la Estación CIA en La Habana, otro ferviente castrista; Carlos Márquez-Sterling hubiese ocupado la Presidencia de Cuba en 1959 y la irracionalidad política de los cubanos no se hubiera materializado en aquellas fervorosas y ridículas jornadas de la marcha sobre La Habana, la Paloma en el hombro y el voy bien Camilo.

Pero Patton, el guerrero, murió, y Einsehower, el burócrata, nos tocó en la lotería de la desgracia, manipulada por Stalin, que ordenó el asesinato del guerrero que despreciaba a los rusos por bárbaros. 

Porque seguro estoy de que Patton fue asesinado por la KGB o como se llamara entonces, que esos esbirros cambian de nombre muy a menudo. Fueron tres los atentados. El primero, que se escenifica en la película sobre el general, fue lanzar contra él un carretón en una calle inclinada. Otro fue el ataque contra el avión en el que iba Patton por un caza Spitfire, parte de un lote cedido por los británicos a la aviación soviética. El piloto de Patton ejecutó un descenso en picada y continuó con un vuelo rasante; cuando el ruso trato de imitarlo, se estrelló. Nunca se identificó su cadáver.

Por último, un camión del Army se atravesó de improviso en el camino que llevaba el auto del general provocando un choque casi mortal. Sucede que en el complot estaban no sólo los soviéticos; cómplice era William Wild Bill Donovan, jefe del espionaje americano antecesor de la CIA, a paradigmatic son of a bicht.

Pero George Patton no murió de inmediato. Su estado comenzó a mejorar, a tal punto que se le iba a trasladar a América, cuando una extraña complicación lo remató. No volvería a su patria ni muerto. Enterrado está en Europa, cuando debería estar en el cementerio de Arlington.

¿Qué buscaba Stalin? ¿Acaso dejar al ejército americano sin su mejor general? Ser el mejor no implica ser el único, y para sustituirlo estaba el valiente y capaz Omar Bradley. El objetivo del déspota soviético era evitar que Patton llegara a ser Presidente.

Paradojas de la historia: el general Patton nunca tuvo nada que ver con Cuba. Sin embargo, estoy convencido de que su  muerte decidió nuestro aciago destino.

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