El chantaje racial


Escrito por Roberto Luque Escalona   Martes, 25 de Abril de 2017 15:29   /Libre

No se puede subestimar el peligro islámico, pero otros enemigos más fuertes ha enfrentado este país y los ha vencido. Todos los países musulmanes juntos, árabes o no,    chiitas o sunnitas, todos los seguidores del maligno islam, si se coaligaran, no podrían igualar el poderío militar de la Alemania nazi, el Japón imperial o la Unión Soviética, cada uno por separado. Pero enemigos interiores como los que América enfrenta ahora no los ha enfrentado nunca.


El peor es el chantaje racial. Es como una toxina paralizante, como el veneno de la más venenosa de las serpientes. Aunque los negros son quienes lo ponen en práctica y se benefician con él, su base de sustentación es la al parecer incurable irracionalidad de los anglosajones, que son el núcleo central de esta nación, en todo lo se refiera a cuestiones raciales.

Imposible encontrar una explicación razonable a la autodiscriminación impuesta por los blancos a través de la Acción Afirmativa.  En cuanto a elegir Presidente a alguien como Barack Hussein Obama para demostrar que no se es racista, ha sido el mayor disparate colectivo en la historia de este país.

Los blancos anglosajones son así; cuando tienen que tratar con gente diferente, simplemente deliran. Lo mismo le prohíben a un negro sentarse en la parte delantera de un ómnibus que eligen Presidente a otro que no daba ni para comisionado de la corrupta Chicago; prohíben que los negros jueguen en las Grandes Ligas y luego llenan el Salón de la Fama del béisbol con peloteritos de las claramente inferiores ligas negras; buscan “esperanzas blancas” para que intenten derrotar a un buen americano como Joe Louis y luego glorifican a Cassius Clay, un bribón racista que odiaba a América. Todo eso tiene un nombre: delirio.

Ahora, cuando tantos blancos viven preocupados porque pudieran tacharlos de racistas y una simple palabra, nigger, te puede costar el cargo para el que fuiste elegido, tipos como Louis Farrakhan, líder de los Black Muslims, y Malik Zulu Shabazz, del New Black Panthers Party, emiten mensajes de odio racial como la cosa más normal del mundo. En Estados Unidos no hay grupo humano que genere tanto racismo como los negros; al mismo tiempo, acusan de racista a todos los que negros no sean; incluso a los blancos que los apoyan en sus protestas, apoyo que Farrakhan le atribuye a tratar de evitar que los disturbios se extiendan a sus barrios. Como bien dijo Malcolm X en su Autobiografía, “los blancos son demonios”. Por cierto, ese chulo, vendedor de drogas y presidiario convertido en líder político y religioso, murió asesinado, pero no por demonios blancos, sino por sus brothers de raza y religión, los Black    Muslims.

“El Palacio del Tío Lou”: así llamé a la casa donde habita Louis Farrakhan, en una parodia de La Cabaña del Tío Tom. Farrakhan no está conforme con que se prohíba la bandera confederada. Quiere también prohibir The Old Glory, la bandera de la nación americana, por el sufrimiento que han padecido los negros bajo ella. Una actitud similar a la de Obama cuando dijo aquello de que “muchos pueblos la consideraban símbolo de la opresión”.

Yo escribo para un público muy reducido. Entre los que publican en inglés, en periódicos con grandes tiradas, o tienen programas de radio o televisión con millones de oyentes y televidentes, ¿no habrá alguno que les diga a los americanos blancos que sin la complicidad activa de las tribus africanas no hubiese existido el tráfico de esclavos? ¿Que los traficantes no cazaban africanos para esclavizarlos, sino que los compraban ya esclavizados? ¿Qué esos infelices eran los derrotados en guerras tribales, guerras entre africanos?

Me pregunto por qué nadie en América se refiere a este hecho histórico fácilmente comprobable. ¿A qué le temen? Yo he escrito sobre este asunto una y otra vez, Lino Novas Calvo lo convirtió en tema de su novela Juan Blanco el Negrero y Tomás Gutiérrez Alea lo menciona en su película La última Cena. ¿Se trata, acaso, de  un tema sólo para cubanos?  

Hay un detalle que creo haber sido el único en mencionar: la desgracia de quienes fueron esclavos ha sido la suerte para sus descendientes, que en lugar de nacer en África, que es, con todo mi respeto, el culo del mundo, nacieron en América y son los negros que mejor viven, los que mejor han vivido jamás.

Vamos ahora con Malik Zulu Shabazz, líder del New Black Panther Party. La versión original, la de los años 60’ y 70’, era una banda abiertamente delictiva. La de ahora se ha limitado a intimidar a votantes conservadores en días de elecciones, a poner precio a la cabeza de un hombre que mató a quien iba a matarlo (George Zimmerman) y a lanzar amenazas llamando a la masacre de los blancos. Según Shabazz, es necesario llevar a cabo lo que Denmark Vesey quiso hacer y no pudo. En 1822, Vesey quiso repetir en Carolina del Sur la matanza de los blancos en Haití y termino ahorcado. Como José Antonio Aponte en Cuba, otros frustrado exterminador de blancos, Denmark Vesey no alcanzó a comprender que para repetir la hazaña sangrienta de los haitianos era necesario tener una ventaja numérica de 10 a 1 como la que ellos tuvieron.

Marihuanadas aparte, ¿cómo es posible acusar de racismo a los blancos cuando hay tantos líderes negros predicando el odio racial como si fuera lo más natural del mundo? ¿Hasta cuándo habrá que escuchar las cantaletas sobre la esclavitud, la discriminación, las leyes Jim Crow y la desigualdad?

Este absurdo se origina  en el complejo de culpa los anglosajones. Nadie como los negros para explotar esa debilidad, pero no han sido los únicos. En las últimas décadas del siglo pasado, cuando parecía que los capitales japoneses iban a dominar América, cuando alguien llamaba a contener aquella marea era acusado de racismo por los nipones.

A diferencia de los negros, única gente esclavizada en los tiempos modernos, los japoneses ni siquiera habían sido invadidos con éxito por fuerzas extranjeras en toda su milenaria historia hasta que cometieron la insensatez de iniciar una guerra contra Estados Unidos. Son un pueblo que está convencido de su propia superioridad. Pues bien, ¡hasta los orgullosos japoneses han acusado de racismo a los americanos!

En suma, que si la mayoría blanca no se libera de ese estúpido complejo de culpa, si no toma clara conciencia de que nadie ha hecho más por mejorar la vida de su minoritaria población negra, si no se rechaza de plano el chantaje racial de Black Lives Matter y sus congéneres, terminaremos en una guerra civil.

Los cubanos no deberíamos ser objetos de esa hostilidad racial. En tiempos de la Guerra de los Diez Años, cuando aún existía la esclavitud en Cuba, había generales mulatos y negros. En el primer senado que tuvo la República hubo un senador negro, Juan Gualberto Gómez. Medio siglo antes que Colin Powell, el general negro Gregorio Querejeta fue jefe del ejército en Cuba y un mulato, Batista, fue Presidente antes de que naciera Obama. Pues bien, los negros americanos o ignoran esos hechos o no les importan.  Siempre están contra  nosotros. Desde el boicot contra el Miami cubano por rechazar la arrogancia de Nelson Mandela hasta la destrucción de Frank Artiles, con quien hubiera bastado un voto de censura del Senado estatal.

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