Por Zoé Valdés/Libertad Digital
Una de las grandes figuras del socialismo francés, Laurent Fabius,con una carrera bastante movida, se nos va de ministro de Asuntos Exteriores de Hollande para volver a ser presidente del Consejo Constitucional. Así es la política, nunca se cae para abajo, siempre se cae para arriba, sobre todo cuando de estos personajes se trata.
Laurent Fabius viene dando de qué hablar desde que fue ministro de la salud en el Gobierno de François Mitterrand. Después del escándalo de la sangre contaminada y a pesar de que ha querido que su trayectoria sea más bien discreta, siempre ha tenido, por aquí o por allá, un motivo para estar en el candelero.
No se ha referido jamás a las acusaciones que pesan sobre su hijo, un mala cabeza del juego, que ha sido inculpado en numerosas ocasiones. Uno de los socialistas más ricos de Francia arrastra resignado el sambenito del descrédito del hijo.
Al eterno ministro socialista lo conocí personalmente hace algunos años, me invitó a un desayuno en la Asamblea Nacional cuando fui jurado deLos Combates de Víctor Hugo. A él le agradeceré toda la vida que mi madre haya obtenido el asilo político. Pero no le perdonaré que hayacontemplado a Raúl Castro en su reciente visita, aunque fue el único quetrató con el tirano el tema de los derechos humanos, sin resultados concretos, por supuesto.
Si bien recibió muchos halagos como presidente del COP21, nunca se ha pensado en él como presidenciable. Le Petit Journal entre otros medios televisivos se burlan constantemente de sus cabeceos en las reuniones de Estado.
Fabius forma parte de ese grupo de políticos que ya van siendo considerados como hacedores a la antigua, y eso más bien que mal añade ventajas a su recogido estilo. No habrá tiempo de extrañarlo, pues sólo ha sido un salto de puesto. Nada, lo que trajo el barco.
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