El Monstruo de la Laguna Negra. Por Roberto Luque Escalona



Libre
Los mayorcitos, o sea, los viejos, quizás recuerden esa película de los años 50’. El título original en inglés era Creature from the Black Lagoon, pero “creature”, en español “criatura”, se emplea más para referirse a un niño que a un ser monstruoso.

“Bayou”, otra palabrita problemática, es de origen indio. Así llamaban los cherokees a los pantanos. Adoptada por los franceses de Louisiana y llevada a Cuba por los colonos que acompañaron a Louis D’Clouet en la  fundación de Cienfuegos, pasó al léxico criollo no como sinónimo de pantano, sino de burdel. Por cierto, los cubanos están convencidos de que se trata de eso que llaman, “una mala palabra”, convicción que no comparto en absoluto.

En el swamp que es Washington, que Trump se ha propuesto desecar, en el bayú ese, no vive un monstruo solitario como el de la película, sino legiones de ellos, que terminarán provocando una guerra civil si el Presidente que elegimos los Deplorables no acaba con ellos. Varias veces me he quejado de no haber combatido bajo la bandera americana como lo hizo mi hermano Raúl en la II Guerra Mundial y mi hijo Ernesto en la de Irak. Quizás mi queja fue prematura, que en las guerras civiles la llamada “edad militar” no tiene tanta vigencia como en las convencionales.

Esa gente, los del Burro, los RINOs y sus jenízaros no se detendrán hasta intentar derrocar a Trump. Es mucho lo que han perdido y demasiado lo que perderán si no logran sus designios. Por su parte, creo que Trump no ha actuado con la celeridad que la situación requiere.

Ahí tienen a James Comey, un viejo cachanchán de los Clinton, bajo cuya sombra se convirtió en millonario, cómplice de las fechorías del corrupto matrimonio, que van desde la venta de influencias a cambio de donaciones a su Fundación hasta el perdón presidencial otorgado al millonario delincuente Marc Rich, convicto por una amplia gama de delitos. Trump debió cesantearlo desde su primer día en la Casa Blanca. A él y a su socio Robert Mueller y a toda la patulea de canallas que han corrompido al FBI, una institución fundamental. Con gente como esa en posiciones de poder, desecar el pantano, una tarea de por sí difícil, parece casi imposible. Con los monstruos de la Laguna Negra no se puede contar para desecarla. Es su mundo, su habitat. 

Lo peor es que, a los que ya estaban instalados, Trump ha agregado algunos que son de la misma calaña, como ese Gary Cohn, indignado porque el Presidente incluyó a los matones izquierdistas entre los culpables por los sucesos de Charlottesville. Cohn repite el mismo esquema de chantaje de los obámicos: si criticas a Obama, es porque eres racista. En su caso, si criticas a los judíos izquierdistas que siempre apoyan al Partido del Burro, eres antisemita. Excuso decirles lo que yo hago con esas etiquetas, pero hay personas que se sienten presionadas por ellas. Francamente, no sé qué pito puede tocar ese hombre en un equipo gubernamental que intenta destruir el mundo en que ha medrado, del cual es parte y en el que se siente como pez en el agua. Como el monstruo de la película en las aguas de la Laguna Negra.

Recia tarea la que enfrenta el Presidente Trump. Si logra desecar el pantano político que es Washington habrá que buscarle sitio en el Monte Rushmore.

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