Escrito por María Teresa Villaverde Trujillo Martes, 08 de Agosto de 2017 13:53 /Libre
Considerado la figura más prominente de la espinela del siglo XIX en Cuba. Escribió sonetos, letrillas, romances, y la comedia Consecuencias de una Falta, Patriótica es sobre todo su extenso poema Hatuey y Guarina donde aflora un grito de rebeldía a la conquista de la libertad de Cuba.
Se dio a conocer bajo el seudónimo festivo de El Cucalambé apelativo que según la tradición se daba a cierto baile antiguo que realizaban los habitantes afros de la zona geográfica oriental cubana.
Su amplia obra estuvo, y aún se mantiene presente.
Mito de la décima cubana
Es tan de todos nuestros tiempos -el de ayer y el de hoy- que cualquiera pudiera pensar que aún vive -como dijo uno de los escritores afines a la obra de el Cucalambé– "…escondido en algún paraje de la campiña cubana; Oculto entre los matorrales al perfume de las flores silvestres, oyendo el suave murmullo que brota de algún río con escasa corriente, alimentándose de lo que produce la fértil tierra abonada por un desafortunado campesino; anochece, oye el extraño zunzún de algún pajarillo extraviado; duerme a campo abierto para observar cuando la luna da paso al amanecer que avisa la llegada de un nuevo día …" y hasta cree sentir entonces el trotar de una caballería que se acerca, nuevamente, a libertar a Cuba.
En su natal region
Juan Cristóbal -el que llegaría a ser un destacado poeta- nació en julio 1 de 1829, en Victoria de las Tunas, entonces una hermosa región en la antigua provincia de Oriente, Cuba, -hoy Ciudad Las Tunas- de una familia de la raza blanca muy adinerada, formada por el matrimonio Manuel Agustín Nápoles Estrada y Antonia María Fajardo propietarios de grandes extensiones de terreno dedicados a la agricultura y a la ganadería.
Allí creció en la finca e ingenio El Cornito, también propiedad familiar, estando siempre en contacto con la naturaleza y el campesinado; quizás el escenario donde se formó su inspiración poética, …guajira y criolla. Allí vivió hasta los 29 años de edad. Educado fue por el presbítero Fajardo García, su abuelo materno quien le enseñó literatura clásica española y de poetas cubanos; además junto a sus hermanos Antonio y Manuel recibió nociones de retórica, siendo precisamente Manuel quien más tarde lo inició en el camino de la poética; aunque desde pequeño Juan Cristóbal mostró tener superiores aptitudes, sobresaliendo del resto de sus hermanos.
En 1845 dio a conocer sus primeras décimas en El Fanal, publicación periodística de Puerto Principe -hoy Camagüey-; colaborando más tarde en el órgano del grupo siboneyista la Piragua, resaltando como un genuino representante de la criollísima poesía cubana.
Con sus décimas y a la vez con sus poéticas proclamás insinuaba su apoyo a los levantamientos contra la metrópoli española entre los años 1849 a 1851 como lo fue a favor de la Conspiración de la Escalera, nombre originado por el lugar donde eran torturados los esclavos; conjura formada por mulatos, negros y esclavos al igual que por blancos intelectuales y profesionales. Probablemente en esa época nació su seudónimo "Cucalambé" para cantar las penas del campesinado cubano sin ser descubierta su propia personalidad.
En 1856, al mismo tiempo de publicar su clásico de poesías cubanas titulado "Rumores del Hórmigo", -río de su región natal-, se prestaba a incursionar en el mundo del teatro. Resultó tal el entusiasmo mostrado por el público que Juan Cristóbal decidió escribir un drama en cuatro actos y en versos, al que tituló "Consecuencias de una falta" estrenándose en Santiago de Cuba con gran éxito.
Porque a Santiago de Cuba se había trasladado en unión de la familia y aunque no echó a un lado su vocación literaria aceptó un cargo dentro del gobierno de la ciudad en la época colonial lo que le ocasionó muchas desfavorables críticas a su figura patriótica cuando usando términos de los campos cubanos le había tocado vivir la época del criollismo literario.
El amor llega a su vida
Juan Cristóbal y Rufina su esposa se conocieron en la región agramontina.
Se casaron en una iglesia en Las Tunas y fueron a vivir a Santiago de Cuba. Procrearon tres hijos. Dos de los cuales fallecieron a temprana edad.
Después de la desaparición de El Cucalambé, Rufina se trasladó a Puerto Padre, donde vivió el resto de su existencia.
“Subiré de vez en cuando
a la elevada colina,
y la flor más peregrina
sabré coger, diligente
para engalanar la frente
de mi adorada Rufina”
Misteriosa desaparición de El Cucalambé
Este poeta y dramaturgo en 1862 con solo 32 años de edad ¡desapareció! de la zona santiaguera sin dejar huella alguna, lo que ha constituido siempre y aún se mantiene como todo un misterio. Se ha pensado en un posible suicido a causa de diversos motivos, ….ninguno de los cuales fue demostrado. Además nunca se encontró el cadáver.
Así, debido a su misteriosa desaparición surgían diversos comentarios y surgieron a la vez varias leyendas en torno a su "muerte". Mas cierto es que nunca más se supo de Juan Cristobal Nápoles Fajardo.
La poesía a décima criolla
En 1886 se publicó una colección de sus poesías inéditas donde sin duda alguna se demostró que el Cucalambé fue un genuino exponente de la "espinela" del siglo XIX el cual debe su adjetivo al propio nombre de Vicente Gómez Martínez-Espinel escritor español del siglo de Oro, creador de una nueva modalidad: convertir la poesía en forma de décima con lo que en la Madre Patria se denominó: "espinela".
En el año 1974 se editó un volumen con el título: "Poesías Completas".
Danza "El Cucalambé"
El Cucalambé, apelativo que según la tradición se da a cierto baile antiguo que realizaban los habitantes afros de la zona geográfica oriental cubana, aunque algunos estudiosos de la vida de Juan Cristóbal ofrecen otras varias versiones.
Usualmente durante la última semana de junio se celebraba en Victoria de las Tunas la Jornada Cucalambeana, fiesta campesina con danzas tradicionales, realizada en El Cornito, zona que recuerda a la familia Nápoles-Fajardo y a la figura de Juan Cristóbal quien nació en esa finca en 1829, personaje conocido más tarde -ya lo hemos notificado- con el sobrenombre de El Cucalambé.
Hatuey y Guarina
Con un cocuyo en la mano
y un gran tabaco en la boca,
un indio desde una roca
miraba el cielo cubano.
La noche, el monte y el llano
con su negro manto viste,
del viento a ligero embiste
tiemblan del monte las brumas,
y susurran las yagrumas
mientras el suspira triste.
Lleva en la frente un plumaje
morado como el cohombro,
y el arco que tiene al hombro
es un vástago de aicuaje.
Aunque es un pobre salvaje
y angustia cruel lo sofoca,
desde aquella esbelta roca
donde gime sin consuelo,
los ojos fija en el cielo
y a Dios en su ayuda invoca.
Oye el rumor de los vientos
en los atejes erguidos,
oye muy fuertes crujidos
De los cedros corpulentos
oye los tristes acentos
del guabairo en el corojo,
y mientras su acerbo enojo
reprime con gran valor,
siente a sus pies el rumor
de las aguas del Cayojo.
Un silbido se escapó
de sus labios al momento,
con pausado movimiento
una indiana apareció.
Cuando a la roca subió
el indio ante ella se inclina,
fue su frente peregrina
el imán de su embeleso,
oyose el rumor de un beso
y la dijo: ¡Adiós Guarina!
¡Oh! No, mi bien, no te vayas,
dijo ella entre mil congojas,
que tiemblo como las hojas
de las altas siguarayas.
Si abandonas estas playas
si te separas de mí,
lloraré angustiada aquí
cuando tu nombre recuerde
como el pitirre que pierde
su nido en el ponasí.
¿Qué será de tu Guarina
sin tu amor, sin tu ternura?
Flor del guaco en la espesura,
palma triste en la colina,
garza herida por la espina
del yamagüey en la rama
y cual triste caguama
que a los esteros se zumba,
lloraré y será mi tumba,
La Ciénaga de Virama.
Oyó el indio enternecido
tan triste lamentación,
palpitó su corazón
y se sintió conmovido.
Ahogó en su pecho un gemido
la viramesa infelice,
y el indio que la bendice
y más que nunca la adora
las blancas perlas que llora
enjuga tierno y la dice:
Oh Guarina! Ya revive
mi provincia noble y bella,
y pisar no debe en ella
ningún infame caribe.
Tu ardiente amor no me prive,
mi Guarina, de ir allá.
Latiendo mi pecho está
y mi sentido se inflama,
porque a su lado me llaman
los indios de Guajapa.
Yo soy "Hatuey", indio libre
sobre tu tierra bendita,
como el caguayo que habita,
debajo del ajenjibre.
Deja que de nuevo vibre
mi voz allá en mi batey
el dulce son de mi guamo
y acudan a mi reclamo
y sepan que aún vive Hatuey.
Oh Guarina! Guerra, guerra!
Contra esa perversa raza
que hoy incendiar amenaza
mi fértil y virgen tierra,
en el llano y en la sierra
en los montes y sabanas,
esas huestes caribanas
sepan al quedar deshechas,
lo que valen nuestras flechas,
lo que son nuestras macanas.
Tolera y sufre, bien mío,
de tu fortuna el azar,
pues también sufro al dejar
las riberas de tu río.
Siento dejar tu bohío,
silvestre flor de Virama,
y aunque mi pecho te ama,
tengo que ser, oh dolor!
Sordo a la voz del amor,
porque la patria me llama.
Así dice aquel valiente,
llora, suspira, se inclina,
y a su preciosa Guarina,
dio un beso en la tersa frente.
Beso de amor, beso ardiente;
sublime, sonoro y blando,
y ella con otro pagando
de su amante la terneza
alzó la negra cabeza
y le dijo sollozando:
Vete, pues, noble cacique,
vete, valiente señor,
pues no quiero que mi amor
a tu patria perjudique;
más deja que te suplique;
como humilde esclava ahora,
que si en vencer no demora
tu valor, aca te vuelvas,
porque en estas verdes selvas,
Guarina vive y te adora.
¡Si volveré, indiana mía!
El indio le contestó,
y otro beso le imprimió
con dulce melancolía.
De ella al punto se desvía,
marcha en busca de su grey,
y cedro, palma y jagüey
repiten en la colina,
el triste adiós de Guarina
el dulce beso de Hatuey.
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