Tumbas políticas desiertas


ROGELIO FABIO HURTADO | La Habana /DDC

El habanero Cementerio de Colón, uno de los más sobresalientes por su riqueza estatuaria entre las necrópolis católicas fuera de Italia, cuenta con otra característica exclusiva: el gran número de mausoleos abandonados. Algunos han cambiado de propietarios, la caligrafía de sus tarjas lo denota. Otros, se deterioran a la intemperie.

Los hay que, en su hora y su momento, congregaron multitudes. Tres de ellos coinciden en una misma cuadra.
El primero, por la senda derecha, es la del senador y candidato a la presidencia de la República por su Partido Ortodoxo, Eduardo Renato Chibás y Ribasquien paradójicamente descansa de su vivir consagrado al pugilato político. Ni su ademán ni su voz punzante pueden quebrar el pulcro mármol. ¿Qué pensaría de su pragmático discípulo, quien, por cierto, no lo olvida y cada 16 de agosto le hace llegar una modesta ofrenda floral ("A Eduardo R. Chibás del Dr. Fidel Castro Ruz") que acompaña a la del CDR que lleva su nombre, en el edificio López Serrano de L y Líneadonde hizo nido "El Adalid de Cuba".
Actualmente, en sospechosa coincidencia con el lento crepúsculo del doctor devenido comandante en jefe, han comenzado a florecer, tanto en la prensa digital como en la católica, artículos que enjuician duramente a Chibás. Leyendo a uno de ellos supe de la primera reacción del entonces también senador Fulgencio Batista al enterarse de que Chibás se había pegado un tiro: "¡Qué no se muera, porque su muerte cambiará el destino de Cuba!", vaticinó entonces "El Indio" con certeza, según nos cuenta Newton Briones Montoto en su libro General regreso.
Unos 200 metros más adelante,  aún se yergue, muy canibaleado, el monumental Panteón del ABC,organización que se autotitulaba "La esperanza de Cuba". Muchas de las placas de mármol verde que lo recubren han sido suplantadas por piezas de madera. El acceso al sótano, donde están las bóvedas, ha sido clausurado demasiado tarde: apenas quedarán ya restos allí, donde los ladrones hicieron su agosto. Ni el letrado Jorge Mañach ni el economista Joaquín Martínez Sáenz acompañan aquí a sus subordinados. En lo alto y al centro de la pared, ya descolorida, la estrella de seis puntas permanece.
Varias cuadras más adelante, encontramos el menos vistoso, aunque no menos combativo, Panteón de Acción Revolucionaria Guiteras, ornado con un águila imperial —ahora a medias caída— y un medallón al relieve del belicoso y siempre joven Tony Guiteras, quien reposa en El Morrillopróximo a la desembocadura del río Canímar, en Matanzas.
En el sepulcro más a la derecha yace el más valiente de los bolcheviques cubanos, Sandalio Junco, asesinado por una cuadrilla de sicarios estalinistas durante una velada a la memoria de Guiteras que tuvo lugar en Sancti Spíritus el 8 de mayo de 1942. Aquí vibró aquella tarde la voz de Chibás al despedir el duelo.
Sentenciado desde entonces al olvido por los comunistas, el reconocido como padre del trotskismo cubano, fundador en las provincias orientales del Partido Bolchevique Leninista —que permaneció activo hasta bien entrados los años 60, con el supuesto amparo del Che Guevara— no ha merecido la atención de los intelectuales cubanos, quienes se proclaman como "izquierdistas". Ni siquiera se ha restaurado su lápida, casi borrada del todo por la anodina intemperie.
En una reciente entrevista televisiva, la periodista oficialista Rosa Miriam Elizalde hizo referencia al atentado a Sandalio Junco, para al parecer enorgullecerse de la participación en dicho asesinato político de un familiar suyo. Al menos, nombró al líder de los panaderos habaneros de su época.
Visité hace pocos días su tumba, a solicitud del amigo Manuel Aguirre Labarrere,"Mackandal"Retratamos el sitio, pero no tuvimos presente dejarle allí ni siquiera una flor.

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