Erdogan hace limpieza de jueces, militares y policías

Dos días después de ser sofocada, el Gobierno turco continúa apuntando a Fethullah Gülen como autor intelectual de la sublevación militar del viernes por la noche. Varios oficiales del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP) han acusado públicamente a EEUU de estar detrás del complot. El secretario de Estado estadounidense John Kerry calificó las especulaciones como falsas y dañinas a las relaciones bilaterales, y dijo que Washington estaba esperando que Turquía —que reclama la extradición del predicador islámico, residente en Pensilvania—  le presentara evidencias sobre la participación de Gülen.

Los partidarios del presidente Recep Tayyip Erdogan, sin embargo, no las necesitan.
El domingo, en el funeral de soldados muertos en los enfrentamientos del viernes y sábado, los fieles del presidente pedían a gritos la muerte para los culpables. Erdogan dijo que discutiría en el Parlamento la reintroducción de la pena de muerte, y uno de sus lugartenientes, Numan Kurtulmus, declaró en la televisión que la "política no podía permanecer indiferente al clamor popular".Turquía abolió la pena capital en 2004 en momentos en que se encontraba en el proceso de ascensión a la Unión Europea (UE).
Mientras, la gran limpieza que Erdogan había prometido tras aterrizar en Estambul en horas tempranas del sábado se ha multiplicado.
Por el número y la profesión de los detenidos, pareciera que la intentona ha sido llevada a cabo por los organismos judiciales, además del ejército. De los hasta ahora 6.000 apresados, cerca de la mitad son jueces, incluidos miembros del Tribunal Supremo, el Consejo de Estado y la Corte Constitucional, todos bajo cargos de "conspirar para derrocar al Gobierno de la República" o  por ser "miembros de una organización terrorista armada". Entre los detenidos se encuentra el principal asesor del presidente.
También han sido "suspendidos" casi 8.000 policías, y es posible que más tarde los arresten, como ya sucedió con los jueces y fiscales actualmente presos.
Un golpe que se esperaba
De acuerdo con la  versión de un periodista del diario Yeni Safak, considerado portavoz del AKP, el golpe se produjo en una fecha anterior a la planeada por sus gestores. El Gobierno supo del complot y pretendía, el sábado 16, llevar a cabo los arrestos de altos oficiales. Sin embargo, una alerta corrió entre los mandos golpistas, que decidieron proceder con sus planes la noche del viernes 15. De ahí que no tuvieran  la capacidad y la organización con que inicialmente pensaban realizar el alzamiento.
Las principales plazas de Ankara y Estambul continúan tomadas por los partidarios del Gobierno. A través de declaraciones de Erdogan y del primer ministro, Binali Yildirim, se ha sabido que la estrategia es mantener al público en un estado de fervor patriótico y progubernamental, convirtiendo a los ciudadanos en una suerte de "vigilantes de la democracia", según palabras del propio primer ministro.
El presidente Erdogan ha dicho que las manifestaciones, repletas de banderas turcas, son necesarias y que continuarán toda esta semana. Erdogan agregó que "la 'mente superior' (término que  refiere veladamente a los países occidentales y a grupos de poder que Erdogan acusa de conspirar contra Turquía) responsable del intento de golpe no soporta la unidad y la hermandad de la nación".
Al tiempo que los voceros del Gobierno declaran que "ha vuelto la normalidad", la ocupación de las plazas públicas hace pensar a muchos que aún pudieran existir focos rebeldes en algunas zonas del país que todavía serían capaces de oponer resistencia. El domingo hubo intercambio de disparos en una unidad de la gendarmería del Aeropuerto Sabiha Gökçen en Estambul, cuando militares intentaban arrestar a los gendarmes. Los arrestos de generales y otros altos oficiales se han extendido a varias provincias del país, y el Gobierno ha solicitado a Grecia la extradición de ocho oficiales involucrados que habían huído en un helicóptero.
En las calles, han ocurrido varios incidentes que preocupan a la población menos adepta al Gobierno.
El domingo hubo reportes de que un grupo de simpatizantes del  AKP acosó a varios clientes de bares en el barrio Moda, en Kadiköy, un distrito bohemio y probablemente el más secular de Estambul.
En las redes sociales turcas muchos han compartido su temor de que la nuevas condiciones creadas por el fallido intento de derrocar a Erdogan violentamente le den carta blanca a sus más peligrosos y fanáticos seguidores para imponer un clima de pandillerismo  y violencia política.
Durante las protestas de 2013, testaferros del Gobierno salieron a las calles vestidos de paisano a golpear a los manifestantes. Y durante los sucesos del fin de semana, en las redes sociales han circulado fotografías de soldados que fueron linchados por turbas —decapitados, incluso— después de haberse entregado y depuesto sus armas. Igualmente preocupantes son los vídeos donde se observa a civiles tomando las armas de los soldados con total libertad.
Para un país política y socialmente polarizado, lo ocurrido el viernes pasado ha producido una sacudida que no ha dejado a nadie indiferente. Los tres partidos de oposición representados en el Parlamento se apresuraron a firmar una declaración conjunta de rechazo a los golpistas. La prensa, que hasta el día anterior se consideraba crítica, hoy no repara en repetir la frase "intento de golpe gülenista" que usan los medios oficialistas.
Se augura un futuro incierto para las fuerzas de la oposición. Es mucho más probable que el AKP intensifique ahora la presión para modificar la Constitución de la República y para ello necesitaría algunos votos de la oposición. En caso de no obtenerlos podría levantarles cargos a los diputados del partido de izquierdas pro-kurdo HDP, usando una ley antiterrorista que recientemente fue aprobada en el Parlamento, y convocar nuevas elecciones. En la circunstancia actual la formación política de Erdogan parece estar en mejor posición para ganar los escaños del HDP.
El otro frente que desde hace un tiempo está en franca crisis es el de la relaciones  con EEUU. Como miembro de la OTAN, la Turquía de Erdogan se considera en el papel un aliado de Washington, pero domésticamente se muestra bastante crítica de la Administración Obama, y en general de Occidente. Son frecuentes las acusaciones de los medios progubernamentales contra esos países. También, desde luego, variopintas teorías conspirativas.
El affaire Gülen no es nuevo. En medios cercanos al Gobierno, se pinta al predicador islamista como protegido de Washington e incluso agente de la CIA. Y no es lo único.
El apoyo de Obama a grupos kurdos que en Siria combaten a ISIS es el tema más espinoso entre ambos países. Los kurdos sirios son aliados de la guerrilla separatista PKK —en la lista de grupos terroristas de Washington y Ankara—  que en las fronteras  y pueblos del sureste de Turquía se enfrentan contra el ejército turco. Erdogan insiste en este asunto, y recrimina a EEUU y a sus socios occidentales el apoyo a los kurdos de Siria. Los intereses de ambos gobiernos chocan frontalmente.
La confrontación interna con el PKK, la amenaza de atentados de ISIS, la tensión política, una sociedad bastante dividida, y ahora, las insospechadas secuelas de un intento de golpe militar. Turquía está, sin dudas, en el ojo de una "tormenta perfecta".

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